Abschluss der edukativen Delfinshow im Loro Parque | Foto: zoos.media

Las ballenas son felices durante el entrenamiento

Exclusiva para zoos.media, 27/03/2017 Autor: Philipp J. Kroiß

La ciencia lo ha demostrado: Los entrenamientos de los zoos y los acuarios modernos son divertidos para las ballenas. Los delfines y las ballenas generan hormonas de la felicidad mientras entrenan.

Ballenas felices mientras entrenan

Ein Trainer küsst einen Großen Tümmler in der Delphinlagune des Loro Parque | Foto: zoos.media

Existen muchos malentendidos en torno al entrenamiento de las ballenas. Uno de los principales es que los animales se ven obligados a realizarlo. Además, los detractores de los zoos venden una imagen que afecta de manera negativa a los animales y los presenta como si estuvieran siendo torturados, forzados o tratados con violencia.
Naturalmente, no podemos preguntar a los delfines si les gusta o no el entrenamiento, pero se pueden sacar ciertas conclusiones de los hechos sin cruzar la delgada línea de la especulación. Es lo que hace este artículo.
De hecho, está científicamente demostrado que las ballenas disfrutan los entrenamientos. Pero, en primer lugar, debemos comprender cómo funcionan estos maravillosos animales para poder ocuparnos después de la parte científica.

Entrenar sin presión

Ya desde los primeros años de la cría de delfines en Alemania, quedó claro que no funcionaba un método utilizado con muchos otros animales: Ofrecer alimento a cambio de participar en el entrenamiento a modo de motivación.
En los perros, por ejemplo, se conoce este principio del especialista en perros, Martin Rütter (VOX), que dice lo siguiente: «El perro a partir de ahora recibe comida únicamente durante el entrenamiento».
A comienzos de los años 60 se intentó lo mismo con los delfines: se repartía alimento durante las sesiones de entrenamiento y después se les daba de comer por la tarde. Quedó rápidamente comprobado que la retirada total de alimento no era posible. Los hambrientos delfines no podían ser entrenados debido a que estaban tan pendientes de la comida que les resultaba imposible entrenar.

Immer gut besucht: Das Delfinarium in Duisburg. | Foto: zoos.media

El conocimiento apareció en el momento oportuno: No tiene sentido dejar pasar hambre a los delfines cuando hacen las cosas de todas formas. Es absurdo dejar a los delfines pasar hambre para conseguir de ellos algo que hacen de manera voluntaria. Bien es verdad que el pescado es útil como recompensa, pero el hecho de no dárselo no es una manera de motivarlos, como en el condicionamiento operante tradicional. Hoy día los animales reciben otro tipo de recompensa como, por ejemplo, caricias y juguetes, que funcionan casi tan bien como un bocado de pescado.
En el cuidado moderno se impuso rápidamente que en primer lugar los animales debían recibir un desayuno antes de ser entrenados. No es necesario que los animales pasen hambre para estimularlos: No recibir pescado como recompensa simplemente conseguía que los animales estuvieran hambrientos. Finalmente, un experimento demostró que el hecho de que los animales pasaran hambre y la alimentación en sí, no era una motivación para los entrenamientos. Se les ofreció la posibilidad de elegir entre comer a secas o comer durante el entrenamiento, y los animales prefirieron entrenar.

Das aufgeweckte Delfinjunge Dörte aus dem Zoo Duisburg | Foto: zoos.media

Entonces, ¿cuál es la motivación para que las ballenas participen en el entrenamiento? Es el propio entrenamiento o, mejor dicho, la interacción con los entrenadores, con quienes los animales tienen una relación especial. El pescado no es más que una recompensa entre muchas y no se trata de un factor limitante para conseguir un entrenamiento exitoso. Se realizan incluso sesiones de entrenamiento en las que no se utiliza pescado. El animal hace las cosas porque le gustan y no porque se vea de alguna forma obligado o tema por su bienestar.

De hecho, el entrenamiento carece de marcadores negativos: Durante el entrenamiento se ignoran los comportamientos no deseados y únicamente se refuerzan positivamente los comportamientos deseados. No existen por tanto gestos negativos, ni injurias y, por supuesto, ningún castigo, lo que funciona mucho mejor que emplear «marcadores negativos». Recientemente se describió científicamente esta experiencia del entrenamiento con delfines, incluso se probó en un experimento independiente con perros.

La clave está la relación con el animal

Trainer küsst Große Tümmler im Loro Parque. | Quelle: Loro Parque

No se puede entrenar con éxito a un delfín si son obligados o castigados de alguna forma. Ellos son los que deciden si quieren entrenar o no, lo único que puede hacer el entrenador es ofrecerles la posibilidad. Ocurre como con todas las mejoras de los zoológicos modernos: uno sólo puede ofrecerlas a los animales, que las acepten o no, es cosa de ellos.

Que una ballena decida o no participar en un entrenamiento depende de ella, y el cuidador moderno concede al animal la libertad para decidir. Nadie debe forzar a un animal a entrenar, ya que la mayoría de las veces lo hace por su propia voluntad. El principio de refuerzo positivo tampoco permite el castigo, porque únicamente se refuerzan positivamente con una recompensa los comportamientos deseados. Los refuerzos negativos echarían por tierra el trabajo de los entrenadores y serían contraproducentes.

Ein Trainer küsst Skyla im Orca Ocean (Loro Parque) – man sieht Liebe und Respekt zwischen Mensch und Tier | Foto: zoos.media

Naturalmente, la relación entre delfines y personas es decisiva: Los delfines realizan aquellas actividades en las que la interacción con los entrenadores les resulta divertida. Ese es el motivo de que se les acerquen. Por el contrario, el entrenador no debe evitar utilizar con los animales otros factores de diversión como pueden ser los juguetes e incluso otros animales. A los animales se les puede tratar de muchas maneras: A veces juegan entre ellos tal como quieren y no necesitan ni personas ni juguetes.

Una ballena entrena con una persona porque, dicho de forma sencilla, se divierte. Esto parece ser una teoría realmente en alza. ¿No se está humanizando demasiado a las ballenas? ¿No se está cruzando una delgada línea? ¿Se está distorsionando la realidad? No. Se trata de ciencia.

El entrenamiento con delfines y la hormona de la felicidad

Belugas genießen die Interaktion mit den Trainerinnen im Vancouver Aquarium (2006) | Foto: pelican, Lizenz: CC BY-SA 2.0

La investigación del «idioma» de las ballenas es algo muy popular y, para poder obtener una visión general del tema, es igualmente necesario realizar investigaciones tanto en el medio salvaje como bajo el cuidado del hombre. Una parte de esta investigación fue realizada con «Victory Squeals». Estos se conocen con el nombre de silbidos de victoria, y los delfines los emiten para celebrar su éxito cuando creen que han hecho algo realmente bien.

Desde la década de los 60 se han encontrado vocalizaciones parecidas tanto en la naturaleza como bajo el cuidado del hombre. Desde entonces, el científico Sam Ridgway no ha dejado de estudiar a estos seres silbadores. Comenzó a investigar y a recolectar datos con la intención de demostrar que los sonidos emitidos por los delfines expresaban emociones. Ahora se sabe que: Los silbidos de victoria están asociados con la producción de dopamina (Ridgway et al., 2014).

La dopamina es conocida como la hormona de la felicidad. Se supone que el sentimiento de felicidad de la hormona tiene un significado biológico: genera en el receptor el sentimiento positivo aumentando su producción. Las personas también producen esta hormona cuando experimentan la sensación de felicidad o, mejor dicho, cuando se divierten o están contentos y felices.

Das süße Delfinbaby von Kolmården kurz nach der Geburt | Foto: Kolmården

La cuestión más importante de este artículo es saber dónde se ha investigado esto. Demostró la existencia de silbidos de victoria tanto en delfines que se encontraban en la naturaleza como en los que estaban bajo el cuidado del hombre, pero en los animales salvajes no fue posible realizar las investigaciones necesarias sobre la producción de hormonas, lo que no debería suponer ninguna diferencia porque el fenómeno se da, sin diferencias significativas, independientemente del lugar. Durante el entrenamiento se midieron los niveles de dopamina de los animales, concretamente en delfines mulares y en belugas, que para la toma de muestras fueron entrenados sin estrés. Sin embargo, los conocimientos se transmiten de otra manera.

La investigación de Ridway no sólo describió los silbidos de victoria y su naturaleza, sino también, casi por casualidad, aportó la prueba científica de lo que ya se sabía desde hacía tiempo: el entrenamiento moderno, como se ha descrito anteriormente, es algo que los animales disfrutan de verdad, lo que en lenguaje común es sinónimo de felicidad.

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